Hace unos días llegaron a mis manos unas palabras pronunciadas por Bill Gates en una conferencia en la Universidad de Yale, dirigidas a alumnos y a sus padres. En este discurso dió once reglas de Oro que, en estos tiempos, creo que merece la pena recordar. ¿Y por qué especialmente ahora? En primer lugar porque estamos en momentos difíciles en muchos aspectos, y en segundo lugar porque cada vez nos volvemos más «blanditos» y menos preparados para afrontar estas situaciones difíciles y desafiantes.
Regla Uno: La vida no es justa, acostúmbrate a ello
Hay que aprender que, muchas veces, las cosas simplemente son como son y pasan como pasan. Por tanto, en vez de quejarnos, lamentarnos y hacer teorías sobre si una situación es injusta o no lo es, pongámonos manos a la obra. Esto quiere decir cambiar lo que se pueda cambiar y afrontar lo que no se pueda cambiar de la mejor manera posible. Si no, podemos pasarnos la vida esperando a que algo sea justo para actuar.
Regla Dos: Al mundo no le importará tu autoestima. El mundo esperará que logres algo, independientemente de que te sientas bien o no contigo mismo.
Puede resultar duro oír esto, pero realmente a veces nos compadecemos demasiado de nosotros mismos. Hay que aprender a actuar y a hacer cosas independientemente de nuestro estado de ánimo. Los estados de ánimo son cambiantes, la autoestima puede subir o bajar por momentos. Si nos regimos por cómo nos sentimos no lograremos todo lo que podíamos haber logrado.
Regla Tres: No ganarás US$5.000 mensuales justo después de haber salido de la preparatoria y no serás un vicepresidente hasta que con tu esfuerzo te hayas ganado ambos logros.
En la vida hay que forjarse un camino. Estamos acostumbrados a vivir en una sociedad del consumo, del aquí y ahora, donde tenemos todas las necesidades (y caprichos si cabe) cubiertas. Estamos en una sociedad muy conformista en la que» con ir tirando y aprobando» me vale. Y cuando maduramos nos tenemos que dar cuenta de que quien algo quiere algo le cuesta. El esfuerzo es muy necesario si se quiere triunfar en la vida. Con «ir tirando» no vale. Puede valer por un tiempo, pero no demasiado. Hay que aprender a trabajar duro, a ser exigente con uno mismo, a hacer bien el trabajo. Hay que demostrar la valía con esfuerzo. El exhibir un título no nos da «pase libre». Cualidades como el tesón y la laboriosidad deben entrenarse desde la vida de estudiante. La recompensa llegará luego, pero el esfuerzo es anterior.
Regla Cuatro: Si piensas que tu profesor es duro, espera a que tengas un jefe. Ese sí que no tendrá vocación de enseñanza ni la paciencia requerida.
Aunque todos hayamos pensado que nuestro profesor de matemáticas era exigente y que nos hacía la vida imposible, seguramente también nos hayamos dado cuenta luego de que realmente se pasaban la vida detrás de nosotros y ayudándonos. Puede que hayamos aprobado matemáticas por pura paciencia del profesor. En la vida profesional no es así: cada uno debe ser exigente consigo mismo y tener el listón muy alto si no quiere sentir una seria y aplastante exigencia por parte de su jefe. Si estamos acostumbrados por nosotros mismos al trabajo, nos será menos arduo que nos exijan desde arriba.
Regla Cinco: Dedicarse a voltear hamburguesas no te quita dignidad. Tus abuelos tenían una palabra diferente para describirlo: le llamaban oportunidad.
Como en la regla tres, no todo está dado. Las cosas se empiezan desde lo pequeño, desde abajo. No hay que despreciar las pequeñas oportunidades que se nos den. Nos pueden servir de entrenamiento y de mini trampolín para llegar más arriba. Todos los trabajos tienen una dignidad, no sólo aquellos con los que se gana mucho. No los despreciemos por querer llegar de inmediato al objetivo profesional que tenemos planteado. Puede que nuestro objetivo en la vida no sea el primer trabajo que consigamos pero por algo se empieza, y desde luego una casa no se empieza a construir por el tejado.
¿Y las otras seis reglas de oro? No quiero extenderme demasiado por lo que las dejaré para la siguiente entrada. De momento, como podéis ver, estas cinco primeras reglas son exigentes pero necesarias para volar alto en la vida. Sin esfuerzo, compadeciéndonos siempre de nosotros, conformándonos con «ir tirando» y creyéndonos con derecho a todo se consigue todo lo contrario.