Después de unos días de viaje retomo el blog con algunas «ideas viajeras». Hay distintos tipos de viajes: algunos son de trabajo, otros son de visita a familia o a amigos, también hay viajes de turismo. Una cosa que todos tienen en común es que necesitan cierta preparación: planificar el transporte (ya sea en avión, en tren, en coche), decidir alojamiento y pensar la manera de aprovechar los días al máximo para poder hacer todo lo que teníamos planeado. Por experiencia sabemos que no pocas veces lo que teníamos planificado no sale tal y como lo teníamos pensado; el avión se retrasa, encontramos atasco, un monumento está cerrado, hace mal tiempo…pueden surgir complicaciones que nos obliguen a modificar nuestros planes.
Y es en este momento cuando se comprueba que, efectivamente, hay distintos tipos de viajes. Podemos hacer que los contratiempos jueguen a favor nuestro o en nuestra contra. Todo depende de la actitud que tomemos ante las situaciones que se nos presentan. Ante un imprevisto hay dos opciones: tomarselo con sentido positivo, pensando alternativas, con optimismo y sentido del humor, o enfadarse, ser cenizo y empezar a verlo todo negro. La primera opción hará que seamos creativos a la hora de solucionar problemas, que aprendamos a restar importancia a cosas que no son tan importantes como pensábamos, que intentemos hacer agradable la vida a los demás, a pesar de lo que pueda pasar. La segunda opción consiste en cerrarse a todo lo que se salga de nuestros planes, en empezar a ver contrariedades donde no las hay, en enfadarse y volvernos insoportables para los demás.
No hay nada más desagradable que estar al lado de un aguafiestas, de un cenizo que pone pegas a todo. Sin embargo, contar con alguien al lado que pone una dosis de buen humor y que piensa soluciones en lugar de crear problemas hace que cualquier situación, por contraria que parezca, sea más llevadera,más agradable. Las situaciones muchas veces no son controlables, las actitudes sí lo son. El decidir ver las cosas desde una perspectiva o desde otra lo elegimos cada uno.
Las actitudes se contagian. Alguien plomizo, negativo, quejica, suele crear a su alrededor un ambiente de negativismo que acaba contagiando a todos. Por eso hay que evitar a toda costa los plomizos, y más aún convertirnos en uno de ellos. ¡No queremos cenizos en nuestro viaje! Si dejámos que una situación contraria nos vuelva negativos y nos enfade, tenemos dos trabajos que hacer: enfadarnos y desenfadarnos. Una persona positiva, que sabe sacar provecho de las circunstancias negativas e intentar aportar y hacer agradable la vida a los demás crea buen ambiente y contagia ese espíritu positivo a los que le rodean.
Hay situaciones que son como son y no dependen de nosotros. A nosotros nos toca elegir cómo tomarnos las cosas. Y hay dos opciones…¿con cuál de ellas te quedas?