El aborto: una cuestión de vida o muerte

In Familia, Matrimonio by Marta Cuevas1 Comentario

El aborto es una cuestión de vida o muerte. Es, en definitiva, decidir sobre el fin o no de una pequeña vida. Y por lo tanto, no es un tema banal.

La semana pasada estaba con mi marido en la sala de espera del médico, llena de impaciencia y alegría, para hacerme una ecografía. La enfermera se acercó a darnos un papelito: el documento de consentimiento. En dicho documento aparecen descritos los objetivos y riesgos de la prueba. Lo estaba leyendo tranquilamente, entre los nervios de que me llamaran a consulta, cuando leí una frase que me llamó bastante la atención. Era la frase en la que se describen los objetivos de la prueba, en términos parecidos a estos: “detectar problemas graves en el feto antes de la semana 22, hasta la cual se puede realizar la interrupción voluntaria del embarazo”.

Pero…¿Qué me están diciendo? Que el objetivo de la prueba es ver si mi hijo tiene algún problema a fin de poder acabar con su vida si así me parece antes de que termine el plazo que la ley estima para quitar la vida al feto? Sinceramente, me entristeció bastante la formulación de la frase. Efectivamente, el objetivo es ver si todo va bien o existe algún problema, pero relacionar un posible problema directamente con la “solución” del aborto, me parece bastante triste.

No voy a escribir más de lo que ya se ha escrito sobre este tema en las últimas semanas,tan sólo quiero contar ésta y otra anécdota de mi espera allí, que me hicieron reflexionar.

En la sala de espera había una pareja bastante joven. Estaban acompañados por la abuela de ella, joven también. En medio de la conversación, la abuela le pregunta a la chica sobre María (supongo que una conocida suya):

– Oye, ¿ y qué le ha pasado a María?
– Pues nada, que no le venía la regla, le dolían los ovarios y pensaba que estaba embarazada pero el test no le salía positivo. Fue al médico y resulta que tiene un quiste o algo así. Y además, como ha abortado tres veces, parece que el tema puede complicarse más…
– ¡Anda! ¿Ha abortado tres veces?
– Sí, es que su familia no le dejaba tenerlos…
(En este punto, mi desconcierto ya era grande. Comentaban que la chica había abortado tres veces como quien comenta que se ha ido a pasar unos días a la playa…)

A lo que la abuela contesta:
– Hombre, pues hoy en día quien se queda embarazada es porque quiere, porque con la píldora del día después no hay problema alguno ( ¡como quien se toma un gelocatil, vaya!)
– Ya, pero es que ella ya se la ha tomado varias veces y el médico no te deja tomarla tanto…(por algo será, digo yo)
– Pues vaya, porque además ahora depende de lo que tenga a lo mejor ya no puede tener hijos
– Ya, pues a ver que le dicen…

Y en este punto dieron por terminada la conversación sobre el tema para pasar a hablar de carritos de bebé. Poco tiempo después nos tocó pasar a consulta, no sé por qué carrito se decantarían al final. Salimos de la consulta felices, pero la conversación anterior ha resonado en mi cabeza estos últimos días, generándome cierta inquietud.

No pretendo juzgar a nadie, no es mi papel, ni quiero entrar en polémicas. No voy a discutir. Simplemente me gustaría que al hablar del tema del aborto se pensara un poco antes sobre lo que estamos tratando: la vida. Porque está probado que la unión de un óvulo y un espermatozoide es una vida humana, se mire por donde se mire.

Nos hemos acostumbrado a hablar del aborto como eso; como tomarse un frenadol o quitarse un quiste de algún sitio. Y es espeluznante. De verdad que me preocupa que hayamos adormecido así las conciencias, que el tema ya nos parezca de lo más normal. Que estemos hablando de quitarse una vida de en medio, sea por el por el motivo que sea. Razonamientos hay muchos, justificaciones que pueden parecer aceptables hay miles, pero el hecho es que detrás de todo eso hay una vida, una pequeña vida que late dentro de cada mujer embarazada. Y si hay algo sagrado en este tema es la vida misma, que merece ser respetada y defendida por encima de cualquier otra justificación.

Comentarios

  1. Noelia Herranz

    Primero de todo decir que yo no estoy en contra del aborto. Ahora bien: una cosa es no estar en contra y otra cosa es friolizarlo al máximo.
    Entiendo que hay determinadas circunstancias que pueden llevar a una madre a abortar (aunque quiero pensar que siempre será un trauma para ella y será el último recurso…).
    No obstante, sin entrar en ese tipo de polémicas más delicadas, habría que intentar dejar muy claro a las personas que abortar no es una fiesta, que no es un método anticonceptivo (al igual que tampoco lo es la píldora del día después).
    Abortar es un proceso largo y doloroso (desde mi punto de vista, va mucho más allá de lo que es el aborto en sí, porque yo me imagino en la situación y creo que tendría traumas muy graves durante mucho tiempo). No es una decisión para tomarse a la ligera.
    No es ponerse un preservativo, o un DIU o tomar píldoras anticonceptivas.
    Me preocupa realmente que haya personas (niñas, en muchos casos) que no tengan ningún cuidado con su vida sexual y luego digan: «Anda, ¿me he quedado embarazada? Bueno, pues aborto y ya está…».
    Me gustaría pensar que esto es un problema a nivel de educación y que podemos (y vamos a) poner los medios para solventarlo.
    Porque para dar educación sexual no es necesario entrar en temas morales. Enseñar a usar un preservativo a un chaval de 15 años no es decirle que lo use esa misma noche, y la siguiente, y la siguiente… Es enseñarle que, si algún día lo necesita o lo quiere usar, tiene esa opción, que él será libre de tomar o no.
    Hay que enseñar que el aborto no debería ser la opción para todas las mujeres, si no para las que se encuentren en determinadas circunstancias especiales.

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